Veinticuatro: en una calle cualquiera



El coche describió una curva prudente a la hora de entrar en la calle sin salida. Los faros iluminaron un alto muro camuflado por hiedras, un contenedor de basuras y a otro automóvil viejísimo pero sumamente pulcro. Reinaba el silencio.

Veintitrés: Viena



El hombre apoyó la cabeza en el cristal helado y contempló la ciudad a sus pies. La gigantesca torre de oficinas se alzaba sobre un semicírculo que el canal del Danubio describía al entrar en la ciudad. El río, como una cinta de color mercurio, reflejaba el cielo gris que se cernía sobre una Viena preotoñal.

Veintidós: todos mienten



Cuando su visitante se marchó, la luz de la tarde había empezado a entrar por los cristales de su despacho. La mirada del detective se fue posando por los objetos familiares, como si lo hiciera por primera vez. Entre la confusión, emergió la imagen algo burlona del saco de huesos de SOGENAL. Sus labios formando la palabra “no entiende...”. Zurano no pudo evitar echarse a reir, como si hubiera tenido éxito al encontrar la combinación de una caja fuerte que a otro se le hubiera resistido. No tardó en darse cuenta de lo absurdo de la situación. Había tenido delante a uno de los hombres más guapos que había visto nunca. Ese hombre le había confesado que había tenido...Algo que no hubiera sabido definir con el novio desaparecido de uno de sus mejores amigos. Por ese cuarto de hora que ni siquiera le había proporcionado el más mínimo placer, Carlos había sido chantajeado metódica, fríamente hasta que, finalmente, la ausencia de la amenaza le había hecho salir, poco a poco, de su escondrijo.