Tras prsentarle, la mujer franqueó el paso al detective dedicándole una mirada de madre que deja a su hijo favorito a las puertas de su primer día de colegio.
Heliodoro Mínguez recibió a Zurano parapetado detrás de un escritorio que hacía intuir algún tipo de inseguridad a propósito del tamaño del propio pene. Un corpachón que se inutía informe bajo un traje azul cobalto muy pasado de moda, una cabeza fofa en la que brillaban coléricas las chispas arrdientes de las pupilas. Una corbata marrón. Un bigote entrecano de profesor de secundaria. Le señaló una silla.
-Usted dirá.