Quince: la improvisación como forma de vida






La mujer caballuna tendría unos cuarenta años y Zurano entendió enseguida que padecía los problemas para encontrar ropa que aquejan a todas las mujeres altas. Vestía de manera abiertamente impersonal y su insistencia en introducir en el garaje cerrado una trama sentimental le indicó a Zurano que, probablemente, dormía sola por las noches y no tenía a nadie para quien depilarse el labio superior. También le resultó pronto evidente que la otra chica del grupo, mucho más joven, tenía una relación con el director. Cada cierto tiempo, interrumpía el transcurso de la endeble trama y dirigía miradas a la oscuridad en la que el Deus Ex Machina no perdía comba de lo que sucedía.

Catorce: There´s no business like show business

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Como un animal doméstico, el ordenador mostró a Zurano su cara más amable. El ventilador en marcha anunció que el sistema operativo esperaba órdenes en posición de firmes y, entonces, el detective hizo lo único que se le ocurrió hacer. Abrió el programa que utilizaba para conectarse a internet tecleó la dirección de un buscador e introdujo la combinación “José Rubio” en el espacio correspondiente. Primero, sin comillas. Varios millones de resultados le indicaron que la tarea no iba a ser fácil.

Trece: Segunda Parte

SEGUNDA PARTE


ERA ZURANO UN FIRME CREYENTE en las ventajas de ser su propio jefe. La principal de las cuales le parecía que era entrar y salir del despacho que le servía de oficina sin que nadie le controlase.
Estaba este situado en una calle tranquila de una zona de Madrid que había sido, durante la dictadura, un barrio de casas militares. De los tiempos castrenses quedaban las viviendas homogéneas, de arquitectura algo árida, las huellas aún visibles de algún atentado terrorista y una población de brigadas jubilados vigilada con aire soñoliento por una legión de canguros sudamericanas.

Doce: El Lecho Nupcial (Segunda parte)

CIERTOS ANTICUADOS PREJUICIOS volvieron aprensivo a Zurano a la hora de hacer el amor en el lecho matrimonial de unos suegros que no sabían que lo eran, pero su joven amante no tardó en convencerle y así, durante un par de horas, disfrutó el detective de unas caricias y unos besos que, a ratos, le supieron demasiado a indemnización.
Cuando despertó Zurano, ya hacía tiempo que había oscurecido. Javi seguía abrazado a él obligándole a permanecer en una posición protectora pero no del todo cómoda. Calculó el detective las posibilidades que tenían de levantarse al servicio sin despertarle y, como las encontró reducidas, se esforzó en demostrarse que su vejiga no había desaprovechado el entrenamiento durante las largas vigilancias a las que estaba obligado por su oficio.