Dieciséis: VIP´s







A Zurano los VIP´s siempre le habían parecido una estafa pero, después de mucho buscar, no había encontrado nada más decente para que el llamado Eugenio le hiciese unas revelaciones cuyo contenido no quiso avanzar hasta estar sentado delante de un refresco de limón.
Esperó a que el camarero se fuese y a que Zurano empezase a beberse su cerveza sin alcohol, estirando hasta el absurdo la repentina importancia de saber algo que otra persona no sabía.
Zurano esperó pacientemente sin delatar ninguna ansiedad, mientras se decía que una persona que tenía que llevar unas gafas con la montura de aquel color y un foulard arrollado al cuello como Isadora Duncan, tenía que llevar una vida muy solitaria. Una vida en la que Zurano intuyó la misma clase de placeres de segunda mano de todos los que tienen que conformarse con mirar lo que otros hacen.
Por fin, el llamado Eugenio dio dos sorbitos de su refresco y preguntó:
-¿Qué quieres saber?
-Estoy buscando a José Rubio.
El otro echó atrás la cabeza en una risa teatral.
-No sé si le encontrarás.
-Me pagan para eso.
-Puede ser que Jose esté muy lejos.
-¿Qué te hace pensar eso?
Por toda respuesta, Eugenio dio otro sorbito al refresco. Y luego, con la cabecita torcida y una mirada gallinácea preguntó:
-Oye, tú entiendes, ¿Verdad? No, no me lo niegues. En cuanto te he visto, el radar se ha puesto a funcionar –Zurano endureció su expresión dando a entender que su paciencia, aunque abundante, no era un bien infinito; el otro captó el mensaje y decidió entrar en materia.
-Bueno, pues Jose…Hace ya unos meses que no ensaya con nosotros. Si te digo la verdad, no sé cómo empezó alguna vez a…Tú ya me entiendes. Porque, desde el primer día, se vio que Jose no era como nosotros. No era…Como los demás.
Zurano subtituló mentalmente: “Jose ejerce una atracción sexual sobre el sujeto que el sujeto enmascara atribuyéndole a Jose el estátus de persona fuera de lo normal”.
Eugenio dio un sorbito a su refresco.
-En qué sentido –preguntó Zurano.
-No sé. Es difícil de explicar. Jose es…Un artista nato. Alguien que no está hecho para llevar una vida burguesa y convencional. Alguien que es capaz de ver…El mal y el bien que hay dentro de todos nosotros. Alguien que no es ni bueno ni malo él mismo. Siempre me he preguntado qué hacía con ese…En fin: con su marido.
-¿Le conoces?
-No. Pero Jose me ha hablado mucho de él. Un tío aburridísimo. Y además, en la cama, un muerto –el del refresco lanzó al aire una carcajada maligna que hizo que los muertos vivientes que poblaban el VIP´s a aquellas horas despertasen de su letargo durante unos segundos y mirasen a la mesa de Zurano. El detective, sin embargo, endureció la expresión aún más. El silencio hizo adoptar a Eugenio un matiz más conciliador.
-Aunque, como yo digo, nunca se puede saber lo que hace que una pareja funcione. Por fuera, puedes pensar ¿Por qué estarán estos dos juntos? Pero por dentro…Lo que estaba claro es que, a Jose, todas estas mandangas de la improvisación le venían pequeñas. Pero claro, a Jeru…A Jeru la improvisación no se la toques. No es mala persona, no creas, pero no es un artista. Por lo menos, no en el sentido en que lo es Jose. Tuvieron muchos choques, claro. Algunos , bastante desagradables. Hasta que Jose decidió marcharse.
-¿Has seguido teniendo contacto con él?
-No. Desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Intenté, eso sí, buscarle a través de un amigo suyo. El único amigo suyo al que yo conocía. Pero también él había desaparecido sin dejar rastro. No coge el móvil, no me contesta los correos…
-¿Y quén era ese amigo?
-¡La ironía es que yo les presenté! Me pareció, inocente de mí, que hacían la pareja idea. La cosa fue así: un día, después del ensayo, decidimos irnos a Chueca a tomar algo y en el Bar de Enfrente…Allí estaba él. Tan alto, tan rubio…Ese tipo de tío que, al mirarlo, sólo te hace pensar en metáforas cursis o de marica coplera. Ya sabes, lo de “era hermoso y rubio como la cerveza”. Y luego, además, tenía una pinta de malo que…-Eugenio rió bajito, con una risa que pretendía ser pícara- desde el momento en que entramos en el bar, no hacía más que mirarnos. Por mí no era, claro, porque yo…Soy consciente de mis límites. “Es por ti” le dije a Jose. “Ese tio está por ti”. Y como yo sabía…De su drama, pues decidí presentarles.
-¿Qué drama? –preguntó Zurano, maldiciendo su inocencia un segundo después.
-Tú eres muy inocente, ¿Verdad? Mira: el marido de Jose, como ya te he dicho, sexualmente…Era un muerto y Jose…El hombre tenía sus necesidades. Él era muy discreto y muy precavido, eso sí. Porque decía que no quería hacerle daño a su marido. La cosa nunca pasaba de un par de polvos y Jose nunca dejaba ningún dato por el que pudieran localizarle. Aunque claro, aquella noche fue distinto. Jose decía que no quería presentársele al maromo aquel –Zurano enarcó las cejas al escuchar aquella palabra en labios tan inesperados- pero yo le dije “os presento yo, que no tengo nada que perder”. Así que abandoné el grupo en plan delegación y me fui a parlamentar con él. No hablaba español, así que nos entendimos en inglés. Yo señalé a “my friend”, él sonrió y el trato estuvo hecho en un santiamén. Jose decidió que, aquella noche, se llamaría Carlos. A la media hora se fueron juntos.
Zurano imaginó la cara de payaso triste de Eugenio viendo alejarse a su amor platónico y a un "maromo" sacado de una copla de la Piquer. Levantó la mano para llamar al camarero y pidió otro refresco de limón. La siguiente cerveza fue con alcohol.

2 comentarios:

  1. Esto se está empezando a poner más interesante ¿tu ya sabes el final o te lo inventas sobre la marcha? Un abrazo.

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  2. Yo sí sé el final, pero no sé si lo cambiaré o si la historia me llevará a otro sitio. Abrazos

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