Veintinueve: moliendo café



Vistió Zurano a su novio lo mejor que pudo con prendas que, de todas maneras, le daban un aspecto un tanto estrafalario. Al verse en el espejo, Javier se echó a llorar de nuevo. Suavemente, de manera sostenida. El detective se quedó mirándole, sin saber demasiado bien qué hacer.

-Tú y yo tenemos que hablar un día de estos ¿Vale, Javi? Esto no puede seguir así.


El joven clavó los ojos en el suelo. Zurano se vistió, recogió los restos del desayuno y tomó al chico por el brazo.

-Venga: salir a la calle te hará bien.

-¿Dónde vamos?

-De visita. Hay una persona a la que me gustaría hacerle algunas preguntas.

-¿No trabajas hoy? –ante la pregunta cayó Zurano en la cuenta de que tenía que explicarle a Javier algunas cosas a propósito de su trabajo. Pospuso sin embargo aquella conversación.

-No. Hoy libro.

-Ah ¿Y te dejan librar un martes?

-Es mejor que me quede contigo ¿Verdad?

-Sí, Dani –y tras una pausa: ¿Sabes una cosa?

-Qué.

-Te quiero.

-Pues que sea la última vez que, para demostrármelo, intentas cortarte las venas. Por cierto, ¿Te duele?

-Bueno, en la ducha me escocía un poco pero ahora...Ya no ¿Dónde vamos?

Suspiró el detective:

-Lejos: más o menos, a tomar por el culo a la derecha.

-Qué ordinario eres, tío.

-Habló Blas.

Cuando la atravesaron, la plaza de Chueca era un cubo de sombra que empezaba a llenarse de la luz de un mediodía que empezaba a ser invernal. Un rectángulo de cielo azul acero anunciaba un día mesetario y algo ventoso. Un chapero magrebí de aspecto desorientado anunciaba su mercancía apoyado en la barandilla del metro.

Se internaron los dos hombres en la estación del suburbano. Sacó el detective un bono de diez billetes que trajo a su memoria un inconfundible aroma estudiantil; corrieron los dos viajeros para tomar el convoy que acababa de entrar en la estación y viajaron prácticamente solos. A mitad de camino, subió al metro un músico callejero con un perro. Tocó el indefectible Moliendo Café.

-No puedo con estas canciones viejas.

-¿Te sabes la letra?

-Me dan bajón.

Empezó a tararear el detective, como si la canción, tantas veces escuchada, fuera una belleza recién descubierta.

-Cuando la tarde languidece, renacen las sombras, y en la quietud...

-¿Qué significa languidece?

-¿Se puede saber qué cojones os enseñan en el colegio?

-De todas maneras, el latín no vale para una puta mierda.

Zurano le dio una colleja suave.

El cantante siguió desgranando las penas de amor y las tristezas que el zambo Manuel llevaba en el corazón, junto con su amargura; y Zurano se sintió un marciano por saber lo que significaba el verbo languidecer ¿Qué sucederá, se dijo, cuando nadie pueda apreciar la belleza de una letra escrita como Dios manda?

Pasó el músico acompañado por su chucho y Zurano echó un euro en el vaso de plástico que le tendió. Su generosidad ofendió a Javi.

-Habérmelo dado a mí. He visto en un reportaje de investigación que lo que gana esta gente se lo dan a las mafias de tráfico de órganos.

-Con mi Euro se van a forrar, sí.

-Ya, pero euro a euro...

Hicieron transbordo en la Gran Vía. Desde un cartel previo a no se sabía qué confrontación electoral, un político sonreía y expresaba su confianza en que su partido era el detergente que lavaría más blanco las manchas negras del futuro. Zurano suspiró. Cuando llegaron a Plaza de Castilla el tiempo había empezado a estropearse.

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